Discurso Simón Trujillo (Estudiante)

La vida hace, a menudo, ciertos ajustes de cuentas que no es aconsejable pasar por alto. Son como balances que nos ofrece para que no nos perdamos muy adentro en el mundo de los sueños y de la fantasía y sepamos volver a la cálida y cotidiana secuencia del tiempo en donde en verdad sucede nuestro destino
— Álvaro Mutis

Quisiera robarles cinco minutos de su tiempo y contarles parte de mi vida, no se preocupen, no es muy larga. No soy exactamente el tipo de estudiante que eligen para hablar en público, mucho menos en una graduación. Temo que algunos de ustedes se  identificarán con lo que diré y otros lo olvidarán al cabo de una semana. Hubo una época en mi vida donde mi conducta nunca fue acorde a lo que me exigían, siempre fuí un ejemplo para los padres de mis compañeros… ese ejemplo de lo que no querían que fuera su hijo en ese entonces. Desde el principio no entendía bien muchas dinámicas sociales que al parecer eran indispensables para ser uno más.  Hacía las cosas que se consideraban normales al revés,  esa vaina de  hacer amigos, jugar futbol o estar en clase quieto, sentado y chupar tablero. ¡Era ajeno! Mis facultades sociales en ese entonces eran tan primitivas como en ese momento la etiqueta del “caspa”. Cursé mis primeros años errante y sin rumbo, todo era secundario para mí, hasta que a escasos 6 años empecé a cuestionar qué clase de persona quería construir… Me di cuenta de esto cuando mis papás y yo nos encontrábamos solos en las “integraciones” del curso. En un espacio como ese la única manera de hacer amigos era actuar como el resto. El fútbol salvó mi vida, sobreviví a la aceptación social por medio de dar y recibir pata,  me sentí aliviado porque en una cancha no me regañaban por hacerlo, a la larga se convirtió en una de mis actividades favoritas hasta el día de hoy. Con el tiempo fui convirtiéndome en el Simón que el colegio quería ver. Un gimnasiano más. De repente llegó el bachillerato, y consigo trajo hormonas, niñas y por supuesto, más problemas e interminables broncas; mi fin en la educación tradicional se avecinaba prematuramente y desde mucho antes lo sabía… En efecto sucedió y me sentí perdido… Recibía un sin fin de “te lo dije”, sermones y rostros decepcionados, todos inútiles hasta el día de hoy. Un día en particular, en una reunión que parecía no terminar, mis padres decidían qué hacer conmigo y a donde iría… Tenía millones de ideas en mi cabeza, me repetía a mí mismo que en otro lugar que no fuera el Gimnasio Campestre terminaría mucho peor, tal y como empecé, errante y sin rumbo. Durante la conversación surgió la palabra “Qualia” muchas veces y si no fuera porque ya había escuchado el nombre, hubiera tenido la misma reacción que mucha gente me ha dado: respuestas desentendidas, rostros de desencanto o que les repitiera la pronunciación del nombre. Pero esta vez no era mi caso, esta vez sí conocía la institución, con su anormal nombre y su no tan nihilista rector, y digo no tan nihilista porque desde los primeros meses que estuve allí, sentí en él una sensación de angustia por sacar Qualia adelante, mejorar su imagen y resolver los problemas a cada uno de sus estudiantes, a pesar de esto, siempre sostuvo de manera cómica que era una persona nihilista. Para que me sigan aquí, desde que reconocí a Qualia como una oportunidad, un sentimiento de alivio me reconfortó, pero hasta ese momento no sabía de qué manera Qualia me iba a transformar. Al entrar me encontré con todo lo que la palabra “normalidad” no abarca: salones de cinco personas, increíbles murales hechos por estudiantes y una rectoría abierta a todos por igual. La diversidad y la alternatividad dominaban, compartí mis días al lado de personas enteramente diferentes a mí, con diferentes opiniones políticas y culturales, inclinaciones sexuales, modificaciones corporales o maneras de vestir. Abrieron mi mundo y mi mente, mi manera de ver la vida e incluso a las personas que me rodeaban. Pueden hacerse una idea de esto al decirles que llegué siendo de extrema derecha… Fueron en efecto el lugar y las personas en él los que me hicieron sentir cómodo desde antes de entrar por sus puertas. Me topé con personas como yo, dado que  todos estábamos ahí por razones similares… La mayoría habíamos sido excluidos y expulsados del sistema por motivos semejantes, el hecho de NO ser lo que las instituciones clásicas requerían en su prototipo de estudiante estándar… Definitivamente lo que hicieron Carlos y Sonia fue romper todo paradigma de lo que se consideraba normal, tradicional o prestigioso sencillamente en otra opción de educación más; pues ellos logran revolucionar un concepto tan rígido como la educación, en una sociedad tan conservadora como en la que vivimos. Como nos ha dicho Carlos en muchas ocasiones: “Efectivamente, ustedes han demostrado que es el sistema es el que está mal, no ustedes.”

Nosotros, ahora egresados de Qualia tenemos que entender que personas como Carlos y Sonia, comprenden el éxito en sociedad como un problema que involucra la educación primordialmente… Hablo de una sociedad que se lava las manos al presenciar actividades ilícitas, que le da miedo decir NO. Nuestra generación está acostumbrada a favorecerse de manera individual, a un beneficio egoísta, pues no hemos entendido que funcionamos en sistema, que las acciones afectan a la comunidad en su totalidad, algo así como “lo que no hice yo, no es conmigo”. Es indispensable desde hoy mismo, que culminamos una etapa e iniciamos una aún más decisiva, seamos conscientes de la exigencia que significa entrar a una fase donde seremos autónomos y libres…  esto implica vivir en un sistema donde se es un engranaje más, donde cada una de nuestras acciones perjudica nuestro alrededor de manera íntegra, comprender que  inevitablemente ninguno de nuestros actos queda impune. Por eso considero que Qualia brinda las herramientas necesarias para pararnos firmes ante la corrupción y actos de mala fé, formando estudiantes emancipados de toda tradición o prácticas convencionales, para que en un futuro puedan escoger de manera libre y responsable el camino más justo y correcto en su accionar.

Siempre me causó curiosidad el nombre de esta institución, y como se imaginarán, Carlos explicó su significado desde el día de mi inducción, un Qualia es en pocas palabras las cualidades subjetivas de experiencias individuales, la vivencias cotidianas del ser. Ahora entiendo que lo que me pasó desde que entré por sus puertas, hasta el día de hoy que digo adiós, fue una vivencia de adaptación y transformación personal, que no solo me cambió a mí, sino a todos con los que compartí mi estadía en este espacio, no cabe duda de que todos nosotros somos cómplices de una vivencia que nos ofrece Qualia: la alternatividad en nuestras vidas y con alternatividad no solo hablo de escuchar música rara, vestir como nadie más viste o tener prácticas que nadie más tiene. Con ser alternativo me refiero a ser agentes de cambio, ver el mundo diferente, ser crítico y contundente con sus opiniones, ser lectores activos y conscientes de su lugar en el mundo, que por cierto es inmensamente afortunado. Por último, y sin quitarles más tiempo, mil y mil gracias a cada uno de ustedes, a mis compañeros por hacer de mis días más interesantes; a mis profesores porque de ellos aprendí mucho más de los que dictaban sus materias; a Carlos porque encontré un amigo y miles de enseñanzas en él; a Sonia por las jaladas de oreja; a Myri por siempre estar pendiente de todos nosotros, por cumplir con un papel que nunca se le fue pedido, el ser mamá, enfermera e incondicional amiga; a Tere y Stellita por alcahuetearnos un sin fin de caprichos; a los padres por tomar la decisión correcta y elegir Qualia. A todos ustedes mil y mil gracias, pues ustedes son autores de lo que es la alternatividad en la educación y el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas.

 

Mil gracias.

Mariana Gaviria