Discurso de Carlos Barrera (Rector)

Qualia y el cambio

“Qualia ya no es lo mismo, cada día se parece más a un colegio tradicional”.

Proverbio de los estudiantes de Qualia, recitado como mantra desde el día de su fundación.

Si ustedes alguna vez tienen la fortuna de leer los textos que nos quedaron de los filósofos presocráticos o lo que se dice que ellos dijeron, se toparían con la sorpresa de que tal vez su mayor preocupación, su mayor problema, era el cambio o el problema de la transformación. Se sorprendían, por ejemplo, de que la semilla se transformara de manera imperceptible en árbol, de que el agua puliera con el tiempo la roca recia e indisciplinada. Se sorprendían de que la lágrima derramada desapareciera al caer. Por eso, los filósofos de la naturaleza, como los llamaban, tal vez se asombrarían hoy de la cara sonriente de María Gabriela, de las destrezas matemáticas de Juan Pablo, del ICFES de Pablo Restrepo, del carácter y profundidad de Juanita, de la capacidad y temple de Micaela para resolver los avatares del amor; de la sensibilidad y ternura de Camilo, de la responsabilidad y juicio de Pablo Albán, del lector de libros y no de Google que es hoy Joaquín Rodríguez, de la alegría y vitalidad de Mariajosé, de que Sebastián Melo tenga el talento de hacer pases en los partidos de fútbol y de la entereza y resiliencia de Santiago Ochoa. Se sorprenderían también de Mariana, nuestra personera, pletórica de personalidad y valentía; y de la tranquilidad y calma que traduce la cara sonriente de María Rendón.

Nos gusta pensar que se asombrarían porque estas cualidades han surgido o han vuelto a aparecer en su corto paso por Qualia y en las vivencias, roces, abrazos y problemas que se han dado en el colegio.  

Pero a los filósofos presocráticos también les aterraba que las cosas dejaran de ser. Les aterraba, como a ustedes, que Qualia nunca es el mismo, que las cosas se diluyeran y desaparecieran, que Carlos un día esté alegre y luego deprimido. Los alarmaba la ausencia, digamos, de una especie de esencia que permaneciera al cambio. Los horrorizaba porque, si todo cambia, la realidad se escapa como agua entre las manos, porque si todo cambia y nada permanece, las cosas se hacen difíciles de comprender y entender; y  porque, si todo cambia y nada permanece, la próxima vez que ustedes vuelvan a Qualia, como el río de Heráclito, éste ya no será, efectivamente el mismo. “Nadie va dos veces a Qualia”, diría hoy el oscuro filósofo.

¿Y qué tiene que ver toda esta perorata pseudfilosófica con el día de hoy? Pues tiene que ver con que hoy, no sólo celebramos un cambio, un final y un principio; sino también una transformación de ustedes como personas. Porque para nosotros, sus profesores, la educación y Qualia no son nada diferente de este ejercicio permanente e inacabado de transformarse sin dejar de ser lo que uno ya es, de ser otro pero a partir de lo que uno ha sido y las obstrucciones que eso implica; un ejercicio de convertir al estudiante, de convertirnos todos, en algo que no somos pero quisiéramos ser, porque reconocemos que siempre nos falta algo para ser mejores. No quiero con esto decir que la vida, y la educación son un progreso lineal y constante. Todo lo contrario, la vida se parece más bien a un electrocardiograma de un arrítmico viendo una final de fútbol definida por penaltis. La vida también nos golpea, nos moldea, nos reforma y nos deforma, y una buena educación nos prepara para eso también.

Educar para Qualia no es, al menos no exclusivamente, el proceso mediante el cual ustedes obtienen un buen resultado en el ICFES, ni es el proceso de obtención de un diploma nacional o internacional que los acredite como bachilleres. Tampoco es enseñar a describir y memorizar el funcionamiento de un mundo monolítico y estático como tal vez les gustaría a algunos filósofos presocráticos con categorías y conceptos rígidos.

Para Qualia, la profesión de profesor es una empresa compleja, asombrosa y maravillosa, casi milagrosa. A través de las vivencias, hemos buscado que ustedes acojan el ejercicio constante de examinarse de tal manera que re-evaluen si son buenos o malos para las matemáticas o encuentren que tal vez les gusta leer o estudiar, o descubran tal vez que ser disciplinado y pilo paga. Creemos que el ejercicio socrático constante de autoexaminarse  es fundamental para que reconozcamos que siempre nos hace falta algo para ser un poco más justos, para ser menos egoístas y para ser menos prejuiciosos. Para que sepamos o recordemos que siempre se puede ser más amable con el amigo o con el extraño y que siempre se puede ser más compasivo con quien siente dolor.

Así pues hoy celebramos porque creemos que ustedes se han trans-formado. La palabra “forma”, de donde vienen las palabras “formar” y “transformar”, quiere decir, “aquello que limita”.  Al limitar, el límite da sentido y por eso hace las cosas comprensibles. Transformar, entonces es el proceso de adquirir una nueva forma, un nuevo sentido, una nueva forma de sentir y vivir en el mundo. En Qualia, es el proceso en el que los estudiantes y profesores nos volvemos en la convivencia y en el trajín, nuevas personas. Y, ¿qué tipo de personas esperamos haber formado? Personas  que, como diría Adorno, se rebelan frente a las manifestaciones de ira y violencia contra los más débiles; evitan la sumisión y obediencia hacia los más fuertes- o el rector-; le hacen quite a los encantamientos y trampas del poder y el dinero, tienen la capacidad de distanciarse de sus posiciones propias y de romper con los prejuicios culturales, económicos y de género; se resisten a la disolución de su individualidad en la masa ruidosa del reguetonero, o del metalero o del gomelo (también en las masas aún más ruidosas de la izquierda o la derecha); no creen  que la virilidad se forja en la dureza, en la humillación y violencia frente a la mujer; no caen en el juego del carácter manipulador, en la frivolidad o en la creencia de que solo tenemos derechos y no obligaciones.

Amigas y amigos, ustedes ya han virado el curso y su ausencia resonará en las paredes y salones de Qualia. Un dejo de nostalgia recorre ya estas palabras, pues “Qualia, ciertamente, no será el mismo”. Extrañaremos los saludos sonrientes de Mariana Vega en la mañana pero también sus lágrimas en el desamor por las tardes; las críticas agudas de Maríajosé Rivera en Qualia y el abrazo sentido de agradecimiento por fuera del colegio; el canto de los martes de Micaela Londoño y su silencio y discreción en Hora de Encuentro los viernes;  la calma y serenidad de María en su vida pública, y su fuerza a la hora de afrontar los más difíciles problemas en la privacidad; la calidez humana de Pablo Restrepo en el recreo con sus compañeros y sus comentarios disruptivos con los profesores; la corrección política de Pablo Albán a la hora de hablar, pero el regaño matutino por su llegada tarde; la elegancia y el glamour de Juanita Marulanda en Qualia, y su ropa sucia y gastada en Ciudad Perdida; recordaremos la imponente presencia de Juan Pablo González y su ternura y tacto a la hora de tratar a los demás; la buena onda y sonrisa de Sebastián Melo jugando fútbol, y su buena onda y sonrisa en el salón de clase o en el regaño; y recordaremos el ruido poderoso del golpe de Santiago Ochoa al balón de fútbol, pero también su silencio sabio y prudente frente a su intimidad; la sencillez, carisma y tranquilidad de María Gabriela para tratar a los demás, pero también la valentía para tomar decisiones difíciles en momentos oportunos; y extrañaremos las convocatorias y aglutinamientos alrededor de Camilo Quiñones en el recreo y sus momentos de soledad en el auditorio, y a Joaquín Rodríguez descosiendo el ICFES en los momentos más difíciles de su vida. Y los recordaremos así, en sus contradicciones, porque no creemos en esencias, sino en el movimiento, el cambio y la contradicción, porque finalmente nos forjamos y nos formamos en ellas.

Cuando ustedes vuelvan, se encontrarán seguramente, con nuevas caras, nuevas experiencias y nuevos problemas. Tal vez por eso sientan un poco de nostalgia, un poco de dolor por algo que se perdió y no se pueda recuperar en su totalidad, tal vez porque sientan que, como Qualia ya no es el mismo, éste no les pertenece. No obstante, ustedes saben, que en Qualia, habrá siempre un espacio para recibir un consejo, para jugar ajedrez, para mamar gallo, para ver una película que nunca se termina, para hablar y para recordar. Porque, en Qualia, como diría mi tío, ustedes siempre encontrarán, más allá del cambio, alguien que les arrime el alma.  

Mariana Gaviria