Discurso de Sergio Barrera (Invitado)

Agradezco inmensamente a Sonia y a Carlos Esteban el que hayan creido que tengo algo importante que compartir con ustedes en una fecha tan especial como la de hoy. Con la venia de las directivas del colegio, de los profesores y los padres de familia, quisiera dirigir estas palabras a los graduandos. Y el problema es ese, dirigirme a ustedes; nos separan dos generaciones. ¿Cómo puedo yo, tan ajeno a su mundo, sintonizarme con ustedes para transmitirles un mensaje por medio del lenguaje, si lo que pensamos y lo que sentimos es tan diferente? Yo me crié en un mundo muy distinto a este. La religión, por ejemplo, jugaba un papel muy importante en la formación. Los valores cristianos nos eran transmitidos con rigor, y en ellos descansa nuestra concepción del bien y el mal. Mi mensaje será filtrado por su propio sentido de lo correcto y lo incorrecto, que es distinto al mío, como bien lo saben ustedes por sus intentos de comunicación con sus padres y sus abuelos. El tiempo lo cambia todo, hasta la definición del bien. Su propio sentido del bien y el mal cambiará a medida que vivan nuevas experiencias en su edad adulta. Y por eso cuando envejezcan, si tienen la fortuna de hacerlo cerca de la juventud - que no ha nacido todavía, comprenderán que todas las cosas en las que creyeron a lo largo de su vida se fueron arrastradas por el vendaval incontenible de su propia Historia; así nos pasó a nosotros. Hay menos diferencia entre jóvenes de distintas culturas que entre jóvenes y viejos de la misma.

El mundo está eternamente condenado al cambio, sea para bien o para mal. Los imperios se derrumban; las épocas de prosperidad como la presente suelen ser sucedidas por edades oscuras, donde la pobreza y la violencia se adueñan del mundo. Hace 70 años los colombianos sufrimos una atroz violencia partidista que dejó en los ensangrentados campos colombianos más de 600.000 cadáveres. Y hace 80 años Alemanes, Ingleses, Franceses, Polacos, Rusos, Italianos, Japoneses etc., el mundo entero, tuvo a bien masacrarse mutuamente por todos los rincones del planeta. Todos ellos tenían también su sentido de lo correcto y lo incorrecto, y fue tratando de imponérselo a los otros que generaron el peor conflicto de la Historia de la humanidad (80 millones de muertos). Que ustedes crean que algo así nunca volverá a suceder, porque su generación es mejor, sólo garantiza que volverá a suceder. Miren lo que está pasando en Venezuela, y sientan que lo impensable puede ocurrirle a cualquiera en cualquier momento. Los seres humanos tendemos a imponernos las verdades sin importar las consecuencias, como Nicolás Maduro a todos sus compatriotas. Ustedes acaban de asistir a las negociaciones de paz de los últimos años, que nos han dividido en dos Colombias opuestas y aparentemente irreconciliables. De hecho, algunos ya tomaron partido en ese nuevo conflicto que no sabemos a donde nos va a conducir; probablemente a nada bueno. Cada bando considera que el otro es bruto, o corrupto, o desquiciado; en una palabra, que es malo. Así nacen las guerras, con dos verdades enfrentadas. Por eso, en contra de la moda cultural en la que ustedes se han criado, nadie debería tener derecho a tener su propia verdad. Opiniones si, las que quieran; pero no verdades. Sea ese el primer mensaje que intenta atravesar la barrera del tiempo entre nosotros.

Y volviendo a la diferencia entre su generación y la mía, hay muchas cosas que son importantes para ustedes pero que nos molestan: En primerísimo lugar, el reggaeton; pero también el peluqueado, la ropa que se ponen, el lenguaje que utilizan, sus costumbres. Reconozcamos que ninguna de esas cosas tiene la importancia que les damos ustedes y nosotros. La moda cambia permanentemente pero todo sigue igual. Cada generación trae su cuota de transformación de lo superfluo. Ustedes sufrirán de la misma manera los caprichos generacionales de sus hijos y sus nietos.

Hay otros cambios que son positivos; los desarrollos tecnológicos, por ejemplo, que mejoran la vida de la mayoría. O los derechos humanos, que garantizan la igualdad de oportunidades sin importar el origen. Pero hay cosas que al cambiar pueden afectar terriblemente una cultura; miren otra vez a Venezuela.

En el pasado, los integrantes de cualquier sociedad dedicaban sus vidas al servicio de grandes causas, compartidas por todos, y por las cuales se hacían grandes sacrificios. Hasta la entrega de la propia vida; las religiones y las guerras están llenas de mártires. La grandeza del Imperio Romano, por ejemplo, resultado de la devoción de la nobleza, los ejércitos, los ingenieros y el pueblo a su cultura. O la expansión arrolladora de los árabes como consecuencia de la entrega total a Alá y a su profeta Mahoma. Los terroristas que estrellaron sus aviones contra las torres gemelas estaban poseídos por ese fervor milenario.

Pero cuando las grandes causas comunes se pierden, los imperios se derrumban; las culturas desaparecen. Todos los historiadores están de acuerdo en que la responsabilidad de la decadencia y de la posterior caída del imperio romano recayó en la nobleza, cuya única razón de existir era darse gustos y placeres.

Durante los dos mil años que siguieron el mensaje de formación social transmitido de generación en generación por nuestros ancestros occidentales fue amar al prójimo como a si mismo. La razón del actuar de los cristianos ha debido ser en estos dos milenios la ayuda a los demás. Pero nuestra naturaleza débil y violenta nos hizo incapaces de construir una sociedad justa y en paz.

La cultura occidental del siglo XXI ha cambiado este paradigma sin medir las consecuencias. Ustedes han recibido siempre el mensaje de que la única razón de su existencia es la búsqueda de su propia felicidad, como los nobles romanos al final de su imperio. Hay una frase de Séneca que conozco gracias a mis conversaciones con Carlos Esteban. Séneca fue un moralista cuyo mensaje estaba dirigido a un imperio que había perdido su rumbo y se había dedicado, como el nuestro, a la búsqueda de satisfacciones personales. La frase dice más o menos así: ¿Si tanto de nuestra felicidad depende de los demás, cuanto tendremos que darles para poder ser felices? El segundo y último mensaje que quiero transmitirles la noche de hoy es este: Si ustedes se dedican exclusivamente a la búsqueda de su propia felicidad, no la van a alcanzar jamás. La felicidad es, para un ser de manada como nosotros, un objetivo colectivo, y hay que buscarla en compañía.


Muchas gracias.


Mariana Gaviria